La red de alcantarillado de Barcelona es una de las principales herramientas con las que cuenta la ciudad para poder ofrecer a sus ciudadanos un medio ambiente más protegido. Esta red transporta el agua que proviene de los ríos Llobregat y Besós con el fin de reconducirlas a las plantas depuradoras, para poder, al fin, ser tratadas y vertidas. Por otro lado, existe todo un mundo por descubrir bajo las calles de la ciudad: depósitos, túneles o cruces subterráneos pueden visitarse, algo que la mayoría desconoce.
Tenemos que buscar el origen de esta red de alcantarillado en la época romana de la ciudad. Fue Josep Antoni Brusi quien descubrió las primeras construcciones de las que se tiene constancia. No obstante, el grueso de la actual infraestructura es obra del ingeniero Pere García Faria, y más adelante del también ingeniero Albert Vilalta. Veamos estos dos grandes proyectos que se llevaron a cabo bajo las calles de la ciudad condal.
El Plan García Farria es un hito en el urbanismo barcelonés. Su implantación supuso una gran mejora en la calidad de vida de la ciudadanía de Barcelona. En 1884, el por entonces alcalde de la ciudad, Joan Coll i Pujol, puso en marcha un equipo técnico con el fin de poder renovar la red de alcantarillado. Los objetivos principales del plan fueron los siguientes: dividir la ciudad en tres amplias cuencas, que se tuvieron que subdividir en 23 unidades; el sistema principal que se aplicó fue el de gravedad continuada, y las medidas de los túneles eran de 1,70 cm de alto por 80 cm de ancho; se instalaron cámaras de descarga en las zonas de caudal menor; estas cámaras se intercomunicaban mediante galerías; la ventilación del sistema de alcantarillado empleó tubos de bajada de aguas pluviales; y se puso en marcha un plan para la conservación y limpieza de todo el sistema.
Unos cuantos años más tarde, en 1954, se reúne otra comisión para redactar las bases de lo que, dos años más tarde, será el Plan General de Saneamiento y Alcantarillado de Barcelona, que incide sobre las deficiencias de la red con el fin de solucionar los problemas que se han producido desde la implantación del anterior plan.
Desde mediados del siglo xx, la ciudad experimentó un gran crecimiento demográfico y, por ende, se construyeron muchas nuevas edificaciones, la mayoría de las cuales no estaban encuadradas dentro del marco legal de urbanización de la ciudad. Este hecho, sumado a la nueva visión que los ciudadanos tenían respecto del mar (desde la década de 1960, se produce un creciente interés por el litoral), produjo que muchos de los colectores se quedarán pequeños para absorber los cada vez más elevados caudales. Así pues, entre 1967 y 1969, se pone en marcha un nuevo plan: el Plan de Alcantarillado, dirigido por Albert Vilalta.
Los objetivos de este nuevo texto son básicamente los siguientes: reciclaje de las aguas con el fin de emplearlas para la industria y el regadío; restitución de determinadas cuencas a las zonas originales de desagüe; y evitar el vertido directo de aguas residuales al mar, aunque esta medida no se llegó a implementar totalmente.
En 1988, con la inminencia de los Juegos Olímpicos, se puso en marcha el Plan de Alcantarillado de Barcelona, cuyo objetivo era analizar el funcionamiento de la red con el fin de poder solucionar los diversos problemas existentes (sobre todo inundaciones de determinadas zonas). Un nuevo plan surge en 1997, el Plan especial de Alcantarillado de Barcelona, que sigue vigente en la actualidad, con una gran infraestructura.
Hemos visto hasta ahora la parte más técnica de los subsuelos de la ciudad, pero existe otra parte, más lúdica y cultural, que vale la pena conocer. Veámoslo a continuación.
La Barcelona subterránea oculta
Barcelona posee, además de sus múltiples edificios emblemáticos, un mundo paralelo bajo nuestros pies en el que pueden descubrirse algunos lugares capaces de fascinar a aquellos visitantes, tanto locales como extranjeros, que se atrevan a adentrarse en esta laberíntica red de túneles del alcantarillado. Un submundo que permanece oculto a las miradas de la gran mayoría en el que pueden encontrarse refugios antiaéreos y grutas secretas que se extienden bajo las transitadas calles de la ciudad. Entradas, prácticamente secretas, se camuflan de los curiosos en los lugares más insospechados, puertas que nos conducen a esta Barcelona paralela que deleitarán a aquellos que deseen descubrir esta otra perspectiva de la ciudad. Turistas, historiadores o escritores son algunos de los visitantes de este mundo subterráneo que se halla bajo nuestros pies.
De extremo a extremo de la ciudad, la red del alcantarillado discurre entre vías de metro, párquines u otro tipo de excavaciones, pero no todos estos túneles están cerrados al público. Mediante cita previa, podemos visitar algunos espacios abiertos. Uno de ellos es, por ejemplo, el ubicado en el cruce de la calle Valencia con Paseo de San Juan. A través de esta visita podremos conocer conductos de diferentes épocas, algunos tan antiguos que datan de la edad romana, que recogen y distribuyen las aguas residuales de Barcelona desde aquella época.
Otra instalación, que está estrechamente relacionada con la red de aguas de la ciudad, es el depósito subterráneo del Parque Joan Miró, que se encuentra cerca de la plaza de España. Esta enorme construcción que está destinada a controlar las inundaciones que pueda sufrir el área metropolitana y que también se utiliza como depuradora, tiene una capacidad de más de 70.000 metros cúbicos,
En el barrio de Sarrià-Sant Gervasi, fue descubierto también otro antiguo depósito destinado al almacenamiento de agua, es el del Rei Martí. En el otro extremo de la ciudad también podemos encontrar, al lado del edifico Jaume I del Campus de la Ciutadella, el Diposit de les Aigües obra del arquitecto catalán Josep Fontseré.
Como podemos observar, Barcelona ofrece un amplio número de túneles y galerías por las que el agua circula tanto para abastecer el uso público como para satisfacer las necesidades diarias de todos los ciudadanos que viven o visitan esta ciudad. Sin duda, esta red contribuye a la calidad de las aguas, pero no debemos olvidar lo más importante:
el agua corriente de la ciudad, a pesar de ser apta para el consumo humano, no tiene la calidad más óptima.
Para ello, no cabe duda de que los sistemas de ósmosis inversa para depurar el agua corriente son la opción más económica y sencilla de instalar.