Hasta hace pocos años, el ser humano pensaba que podía hacer uso de los mares y océanos para verter sus desechos de forma ilimitada y sin que esto afectase de manera importante ni a su vida ni a la salubridad de las enormes masas de agua que nos rodean. Debido al incesante aumento de la población durante las últimas décadas, a la falta de cualquier tipo de legislación, tanto a niveles nacionales como internacionales, que castigue de forma clara y estricta este tipo de prácticas o persiga de modo contundente tanto a las empresas o particulares que realizan estas actividades, el agua de nuestros mares y océanos está cada vez más contaminada.

A día de hoy la situación es francamente alarmante y, por desgracia, se complica cada vez más. El incesante crecimiento industrial, que provoca un aumento claro de la contaminación y los vertidos que son arrojados al mar, ya sean hidrocarburos, plaguicidas, herbicidas, u otros contaminantes derivados de la actividad humana, como aguas residuales o detergentes, así como la sobreexplotación de los recursos de pesca provocan que los mares se vean sobreexpuestos a un continuo ataque por parte de nuestras descontroladas acciones.

Por otro lado, los residuos sólidos como las bolsas de plástico, espumas y muchos otros desechos vertidos indiscriminadamente en los mares acaban formando inmensas masas de basuras en los océanos, de tamaños ciertamente alarmantes, que, en ocasiones, llegan a superar en dimensiones a algunos países. Este es el caso que denunció el oceanógrafo estadounidense Charles Moore, que llegó a localizar una superficie de residuos y basuras que superaba dos veces la extensión de un país como España.

Todos los desechos que llegan a las aguas marinas acaban degradándose en grandes o pequeñas partículas que, imparables, atacan a todos sus ecosistemas y contaminan gravemente sus aguas, alcanzando grandes profundidades y propagándose por todos los mares y océanos, lo que afecta claramente tanto a la vida animal como a la flora marina.

Ciertamente nos encontramos frente a un grave problema medioambiental de difícil solución que nos afecta seriamente a todos y cada uno de nosotros. Aún estamos a tiempo de tomar las medidas necesarias y aplicar las políticas, las actitudes y las prácticas ecológicas que precisa nuestro planeta y en particular nuestros mares y océanos. No obstante, no será un camino fácil: el nivel de industrialización, los intereses económicos de los grandes lobbies, el desconocimiento a todos los niveles y los intereses políticos son demasiado poderosos frente a un planeta indefenso con unos recursos limitados para hacer frente a su degradación.