Es normal que los amantes del café se debatan entre escoger un grano indonesio, uno panameño, uno jamaicano o uno brasileño. Que discutan acaloradamente sobre si debe beberse solo, cortado con leche, largo, americano y un sinfín de maneras de prepararlo. Que si amargo sin azúcar, muy azucarado, con algún aroma, tostado, torrefacto… El tema daría para un libro entero. Sin embargo, hay un elemento de gran importancia que por lo general se olvida: la calidad del agua con el que está elaborado el café.
Y es que esto es algo que hay que tener muy en cuenta, porque un agua de baja calidad puede estropear el más caro y exquisito de los cafés, y al contrario: un agua excelsa puede enriquecer un café de calidad media. Se ha calculado que en un café espresso más del 90 por ciento de lo que nos tomamos es ni más ni menos que agua, así que nos podemos hacer una idea de la relevancia que tiene esta.
Son varios los motivos por los que escoger un agua de calidad. En primer lugar por el sabor: si el agua está muy cargada de elementos minerales, como calcio y magnesio, ello repercutirá el aroma del café. Además, hay que tener en cuenta que las aguas demasiado duras (como casi todas las aguas corrientes, es decir, las del grifo) son muy perjudiciales para la máquina de café, pues producen sedimentaciones de estos minerales que a la larga se incrustarán y provocarán fallos. Esto es muy común que se produzca en grandes ciudades, pues precisamente los sistemas de canalización, así como el origen del agua, dejan mucho que desear.
Una agua de la máxima calidad para tu café debería tener las siguientes características: tendría que ser inodora e insabora, al menos lo máximo posible, contar con un total de solubles disueltos de +/-150ppm, un pH de 7, y una cantidad de sodio del orden de 10mg por litro. Evidentemente esto son características ideales; con que nos acerquemos a estos estándares lograríamos un producto con la suficiente calidad, tanto en tu hogar como en tu bar o cafetería.
Pues bien, existen varios sistemas para poder convertir el agua de grifo en una agua de la máxima calidad, como por ejemplo los de filtrado por ósmosis. Se trata de sistemas que tienen una gran ventaja respecto a otras alternativas (agua embotellada, por ejemplo): es respetuoso con el medio ambiente, la instalación de los filtros es sencilla y no precisa de obra mayor, y resulta mucho más económico a medio plazo que cualquier otro sistema.
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