Los ríos que recorren todo el territorio nacional recogen, aproximadamente, unos 106.000 hectómetros cúbicos anuales de los que sólo podrían ser utilizados unos 9.000 si no contásemos con la extensa red de pantanos construidos en sus cuencas, lo que convierte a nuestro país en el que mayor número de presas y embalses posee en todo el mundo por habitante; exactamente son 1.231 las que están censadas.

Estos embalses son muy necesarios para dar de beber a las poblaciones y cubrir sus necesidades básicas, para la agricultura, o bien para evitar inundaciones, ya que las presas controlan las crecidas de los ríos, debido principalmente a las diferencias de sus caudales entre una estación y otra, con lo que se permite el almacenaje del agua para su posterior uso. Si no contásemos con este amplio número de presas y pantanos, no llegaríamos a poder aprovechar ni siquiera el 10 por ciento del agua que transportan nuestros ríos.

Los embalses, además de ayudar a la creación de energía eléctrica, aseguran que la población disponga del agua que necesita, que se almacena principalmente en las épocas de lluvia y deshielo. El principal problema de estos embalses es que sus aguas se distribuyen de forma desigual, lo que provoca que ciertas zonas del territorio, a menudo las que menos precipitación reciben a lo largo del año, se vean afectadas por la sequía y la escasez de agua.

España consume una cantidad de agua muy similar a la del resto de los países desarrollados, en función de su número de habitantes, pero uno de los problemas principales son las pérdidas y fugas de agua que se producen en las cañerías que la transportan a través de la red de distribución: en algunos lugares llega a ser de más del 50 por ciento del agua que reparten. En ocasiones, las restricciones de agua que sufren ciertas ciudades, en épocas de escasez, están más asociadas a evitar este tipo de pérdidas en las canalizaciones que debido al agua consumida por el uso doméstico de los habitantes de dichas zonas.

Este problema provoca en muchas ocasiones que el precio del agua se encarezca considerablemente. Otro de los motivos por los que los precios sean más elevados, en ciertas zonas, es la necesidad de suministrar a los usuarios un agua de calidad, lo que provoca que, dependiendo del lugar y la pureza de su origen, sean necesarios un mayor número de tratamientos para poder conseguir una calidad óptima y que cumpla los niveles mínimos saludables requeridos por las autoridades competentes.

Efectivamente, el agua que llega a nuestros hogares cumple con todas las garantías necesarias que la ley reclama, pero queda muy lejos de ser de una calidad superior. Para ello, existen en el mercado un buen número de sistemas para su filtrado, tanto en hogares, como en industria o en restaurantes, y uno de los más afectivos en todos los sentidos son los sistemas de ósmosis inversa.